viernes, 26 de junio de 2009

Punto muerto

El plazo se acaba. Da igual que lo veas venir, cuando se acaba el tiempo ya no hay marcha atrás. El tiempo se pasó y hay que seguir mirando adelante.

Hay un plazo límite para todo.

Un tiempo máximo que puedes tener alimentos en la sartén, una hora límite para ir a hacer un trámite en una oficina abierta al público, una fecha tope para presentarte a un concurso... y todo en el mundo tiene una fecha de caducidad.

En el cine casi la primera premisa que se nos presenta es un tiempo límite. -Falta una hora para que explote la bomba-. (¿Por qué dan tanto tiempo los malos? Claro que si saben que el artificiero fuera uno o una que todos conocemos... quizás ese plazo es harto ajustado. :))

Pero hay ocasiones, en la vida real, donde el tiempo no significa nada. Los plazos y los tiempos que pensábamos que eran inamovibles de pronto desaparecen o chocan frontalmente con el ritmo o percepción del tiempo de terceras personas.

Sabemos que subir en el ascensor desde el piso bajo al 13, nos va a costar unos minutos. Pero si un día el ascensor se detiene a medio camino, casualmente el sistema de averías del ascensor también se ha roto, y pese a vivir en un bloque con más de ochenta apartamentos resulta que nadie está ahí para avisar, y tu móvil no tiene cobertura dentro del ascensor, lo que pensabas iban a ser dos minutos se convierten en tres horas atrapado hasta que llegan los técnicos, o los bomberos.

O si por accidente se borra la bonita creación en la que llevabas tres meses trabajando con el ordenador...

Todo el tiempo invertido desaparece de tu vida al instante. Puede que te quede el aprendizaje o la práctica, pero por lo general el desánimo invade a aquel que pierde algo a lo que ha dedicado parte de su tiempo.

Porque nuestro tiempo es parte de nuestra vida. Y nunca más regresa.

Perder tiempo es como perder objetos.
En Japón se piensa que robar posesiones es como quitar parte del alma de las personas porque son tanto propiedad de las personas como las personas de éstas.

No debe ser casualidad que se les llamen "posesiones".
Nuestras propiedades nos poseen. O reflejamos parte de nuestra persona en los objetos que portamos. (Huy! Esto suena un poco Full Metal Alchemist. Será que es anime japonés. ;))

No estoy diciendo que podamos hacer telekinesis con una armadura de metal que nos hayan regalado, pero sí que la propiedad privada es realmente importante para la estabilidad emocional.

Desde que somos pequeños deseamos tener lo mismo que tienen los demás. Con esas cosas nos crece el ego y la moral. Y en caso de perderlo lloramos o pataleamos como un bebé al que le quitan el chupete.

De nuevo por tierras orientales, los budistas tratan de separarse de los conceptos materialistas y se pasan la vida entera dejando pasar el tiempo sin dar importancia a las cosas.

Pero cada vez que alguien roba tiempo a los demás sienta tan mal como cuando te roban algo de valor.

Una sensación como si nuestra tumba hubiera sido pisoteada aun en vida.

Pero el tiempo es posible fabricarlo. Tener un "quality time": Momentos inolvidables que nos harán más llevaderos los momentos "robados".

viernes, 19 de junio de 2009

Olfato de lince

Es probable que el olfato sea un sentido algo desprestigiado. Solo algunos cocineros lo tienen en cuenta. Aunque sobre gustos, u olores de los guisos, no hay nada escrito.

Es habitual hacer una metáfora con el olfato de una persona cuando se dice que tiene mucha intuición, o ha tenido mucha vista para anticiparse a otros ante una oportunidad o para evitar un problema.

Y algo tendrá que ver el olfato real. Ya que los olores nos previenen y ayudan a reconocer una situación y actuar en consecuencia.

No asearse adecuadamente, una dieta flatulenta, otros factores, y especialmente todas "drogas combustibles" producen repulsión.

Pero mucha gente vive en un ambiente plagado de mal olor y terminan por insensibilizarse a casi todos los olores.

Con el olfato atrofiado se pierde una parte de nuestra humanidad. Los cinco sentidos.
Y ésto choca directamente con la gente a la que si nos importa el olor.

No es cuestión de fastidiar ni de imponer la propia voluntad a la de los demás sino tratar de vivir todos un poco mejor.

Si hueles mal, ¿qué problema hay en qué te lo diga? -Hueles mal, tío.- Y te duchas... o te apartas un poco.

Pero si no tenemos confianza suficiente, la vieja educación nos hace ir con evasivas. Necesitamos que otro se lo comunique de nuestra parte.

Lo peor del mundo es un tercero con esta vieja educación del respeto y de "no meterse en problemas" y el olfato atrofiado, que no distingue lo que huele mal de lo que está bien.

Estas personas son legión y van detrás de aquellos que nos atrevemos a demostrar que somos humanos y quejarnos de que alguien huele mal, y nos señalan con el dedo, cual película "La invasión de los ladrones de cuerpos", y tratan de impedir que evitemos el avance del tufo letal que asola los lugares más tercermundistas del planeta:

- Algunas (casi todas) cafeterías españolas, restaurantes (muchos), accesos de locales públicos y comercios, algunos talleres mecánicos, pequeños centros de trabajo (lo más grave son algunos centros logísticos de envío de paquetes a otras personas), algunos vecindarios, Centros Comerciales con locales infractores de casi todos la cadena francesa Carrefour en España, o Eroski, etc, etc, etc.

También hay otra clase de olfato. La de los vendedores telefónicos, puerta-a-puerta, o por buzoneos-masivos. Tienen datos de nuestras vidas, vendidos al mejor postor por otras empresas, y se rifan el reparto de nuestros posibles ingresos cual buitres en un banquete recien servido.

Nos interrumpen sin cesar, como si supieran que el chollo se va a acabar y que hacerlo va a ser ilegal dentro de poco, sabiendo con su intuición cuándo estamos en casa, cuándo nos cae mejor comprar sus productos, y cómo vamos a reaccionar según qué y cómo nos lo digan.

Aunque dada su insistencia, estamos inmunizados ante tanto buitre suelto y no lo tienen muy fácil.

Pero son realmente insidiosos y en este caso creo que sí estaría justificado el uso violento de un puño contra sus narices.

También os doy permiso para emplastarles una tarta o algo así en todas las narices a cualquiera de estos hijos de su madre;  gracias:
Juan Tallada (BAT España), Cesar Alierta (T), Hernan Irigoyen (PM).
Se lo merecen.

viernes, 12 de junio de 2009

Ñíscalo bueno, ñíscalo frito.

Cuando llega el verano las setas florecen por doquier en bosques cálidos y húmedos.
Y los disgustos florecen como ñíscalos.

El calor altera nuestra percepción del paso del tiempo. Y nos cambia el temperamento.

Una hora real con mucho calor nos puede dar la sensación de que pasa como si fueran dos horas. Es justo lo contrario que sucede cuando el frío nos afecta. O eso vi en algún documental de "La 2".

A eso podemos sumar más horas de luz con el cambió del eje rotacional y dormir menos debido a vacaciones (o EREs) y disponer de más tiempo libre.

Cuando un humano normal es alterado de esta manera desarrolla cierta hipersensibilidad a todo lo que pasa a su alrededor.

Puedes ver mejor los detalles y escuchar con más intensidad los ruidos que resultan más desagradables.
La irritación aumenta;
La gente chilla a sus congéneres.
E incluso llegan a las manos, los puños, o artimañas letales.

Los medios se hacen eco. El vecino se contagia y una ola de frustraciones y desequilibrios se extiende como un hilo invisible, o una inofensiva gripe pandémica, como la N1H1, pero con mayor virulencia y consecuencias más sentidas.

Y ¿qué podemos hacer?: Nada. O muy poco.

Procurar huir de las molestias. Aire acondicionado, ejercicio, buenos alimentos. Y no dejar que nadie, absolutamente nadie, intenté hacer tuyos SUS malditos problemas.

Repitete el sortilegio: -El problema no es conmigo. El problema es suyo no mío. El problema es suyo no mío.

Por cierto. Entre mis contactos ya he leido por lo menos tres frases de estado con cosas como -hasta los co**nes de gentuza mentirosa-, -a mi no me miente nadie-, o similares...

Sed más constructivos.
No esparzais más malas vibraciones porque revierte en todos y se extiende la plaga veraniega del mal rollo, el -cagon tò-, y el -toda la culpa es de Pepito-.

Estropea nuestra propia percepción de las cosas y todo nos parece lleno de m*erda.

¡Qué, como suele decirse, mañana será otro día!
Mañana nos reiremos todos de aquello que nos pasó y nos disgustó.

Solo hay que poner a funcionar la vesícula biliar, tras comer unas buenas seticas fritas, mientras dormimos y soñamos que podemos volar.

viernes, 5 de junio de 2009

Nadar en la abundancia

Cuando sueño algo muy estrambótico me sorprendo de la riqueza de mi imaginación. Pero normalmente, cuando estoy despierto no exploto las bondades del mundo irracional.

Probablemente para conseguir algo valioso (material como dinero, bienes o herramientas; o algo inmaterial como la simpatía o amistad) es de gran ayuda imaginar antes que lo obtienes, ya que sin ese dato el camino a seguir para lograrlo está menos claro.

De modo que para vivir en el mundo real hay que "vivir" antes en uno inventado.

La falta de imaginación se debe a limitaciones auto-impuestas con el paso de los años.

Conforme pasan los años construyo un muro y ato mi cabeza con hilo invisible, como una cinta del estilo "POLICE LINE - DO NOT CROSS" pero con la leyenda escrita "NO SE PUEDE - NO LO HAGAS".

El conocimiento mismo hace desechar teorías fantásticas y olvidar que lo que hoy parece totalmente absurdo antes al menos parecía plausible.

Que todo tenga que tener una finalidad óptima razonada suele bloquear mis decisiones, desde siempre. Si no decido de forma concienzuda tienden a suceder desastres, aunque me gusta ir a la aventura y dejarme llevar por la intuición.

La intuición por lo general me ha dado las mayores satisfacciones. Aunque tendemos a "imaginar" que las cosas nos van mejor de lo que realmente van. Somos así de optimistas.

También sucede lo contrario y es que magnificamos los dramas. Nos ahogamos en un dedal de agua.

Los expertos del marketing piensan que tomamos las decisiones de forma irracional, por emociones; Y explotan siempre ese apartado para separarnos de nuestro dinero.


De modo que si se quiere vender algo a alguien ante todo debe ser alguna emoción motivadora.

Por tanto lo más valioso del mundo está en nosotros mismos, tenemos mucha y es: Imaginación.

Imagina que tienes mucha imaginación!
Si eres capaz de imaginarlo... ejem.. Es que la tienes.
¡Abundantemente!