lunes, 24 de diciembre de 2012

Sujetar el timón

Las supersticiones son creencias ancestrales que han llegado a nuestros días.

Mi escepticismo suele impedirme ver algunas supersticiones como algo útil y tampoco he sido nunca muy amigo de mirar al pasado. Prefiero vivir el presente con la vista puesta a un mejor futuro. Así que las supersticiones menos exóticas y rancias me siguen pareciendo aborrecibles. Pero creo que no merece la pena gastar energías en oponerse a ellas, ni por supuesto darles publicidad.

Cada día nos enfrentamos a multitud de problemas que sobrellevamos de forma rutinaria como mejor hemos aprendido. Pero la rutina y los imprevistos pueden impedir ver con claridad el rumbo al que dirigimos nuestra vida de aquí al día siguiente, el año que viene o la próxima década.

Consciente o inconscientemente, muchos se dan cuenta y buscan apoyo para conducir sus vidas o dejan que las conduzcan otros. En este último caso se corre el peligro de convertirse en esclavos involuntarios de otros. Y de nuevo tendrán esa sensación de no estar siguiendo su rumbo.

Nuestra mente es más simple de lo que cabe esperar. Por eso quienes han estudiado nuestro comportamiento y forma de pensar saben qué pasa por nuestra cabeza antes de abrir la boca. Especialmente las cabezas de los españoles. Lo peor es que también hay quienes además de comprender nuestro modo de pensar se dedican a convencer a personas de voluntad débil para que obedezcan estímulos externos, como perro de Pávlov.

Aunque seamos los más intransigentes, y duros de llevar la contraria a nuestra voluntad a muchos nos controlan en el super con las ofertas de 3x2. En la publicidad diseminada de mil y una originales maneras. O en sociedad, por culpa de amigos que te cuentan que alguien que conocen conoce a alguien que ha logrado un éxito gracias a una "estupenda" fórmula piramidal avalada por "gente muy lista" con títulos de lejanas universidades.

Incluso si estamos prevenidos basta con que controlen a algún allegado o persona de confianza para que nos fastidien nuestros planes por culpa de actos ignorantes de terceros.

Si se es tan recto que logramos evitar toda injerencia tampoco sabremos si vamos en la dirección correcta; Hace falta un poco de manga ancha, flexibilidad, divertirse; tener sueños y reflejarlos en un "rezo", un amuleto o algo atípico. Este tipo de actos actúan en nuestra mente para ayudarla a recordar sus metas y aprender a no distraerse con tonterías y pueden motivarnos a sujetar el timón de la vida en la dirección que quieres ir; en vez de en la dirección que quieran los demás que vaya tu propia vida.