viernes, 24 de abril de 2009

H

La hache es muda. Y me he quedado mudo durante unos meses, aunque en el blog no se haya notado. Hasta que he seguido escribiendo artículos el 1 de abril (cuando escribo esto).

Desde que comenzó 2009 escribí un artículo diario programándolos para que se fueran mostrando en semanas sucesivas.

Después de tres meses he aprendido muchas cosas nuevas y realizado cosas que tienen más o menos interés. Pero ¿qué merece la pena comentar en este blog?

A veces conviene callar para no meter la gamba o para crear expectación.

El silencio es muy importante también en la música y como una referencia para el ritmo diario. Para concentrarse, para pensar, para dormir.

La paz se puede lograr escuchándo nuestros propios pensamientos en silencio.

Sin embargo hay un tipo de silencio que es dañino. El silencio impuesto, la censura o incluso lo que nos callamos para evitar quedar mal o hacer daño a los demás.

En mi filosofía está marcado a fuego la actitud de que más vale un chillo a tiempo que un largo resentimiento. Si luego hay que disculparse, aunque en eso creo ser poco empático, ya me disculparé.

Por supuesto hay excepciones. A los locos hay que darles la razón. Esa es otra norma que tengo escrita a fuego. Y aunque algunas personas con desequilibrios mentales o convicciones severas, con las que tengo que tratar a veces, no tengan razón procuro no decirles ni "mu". Especialmente cuando desbarran. Eso sí, no hay que hacerles ni caso. Si les llevas la contraria o la "a favor" es peor.

Y es que en esta vida, nada es verdad ni es mentira. Todo depende del color del cristal con que se mira.

viernes, 17 de abril de 2009

Gula

Cada persona tiene una constitución diferente. No existen dietas preestablecidas que tengan la misma utilidad para todo el mundo.

Comer mucho puede ser beneficioso para rendir sexualmente pero por contra merma la capacidad intelectual. Parece un plan maestro para garantizar la supervivencia del individuo y de la especie. Y es que todo en esta vida consiste en ciclos de adaptación y mejora.

También sucede el efecto contrario. Cuando se hacen grandes esfuerzos intelectuales nos entra más apetito y solemos comer más de lo que realmente necesitamos para reponer las energías extra consumidas. Con lo que se vuelve a mermar nuestra capacidad intelectual. Si esto es así, tal vez sí que venga bien echar siestas.

Las vitaminas, minerales e infinidad de proteínas distintas, que son útiles para nuestro organismo, están repartidas en dosis irregulares en distintos tipos de comida.

Quien come mucho y variado suele suplir bien las necesidades del organismo pero al excederse paga las consecuencias proporcionalmente; Y quien come siempre lo mismo, al final, adelgaza y tiene molestias que dañan el organismo tanto como comiendo desmesuradamente.

De nuevo me encuentro en un debate sobre el término medio.

Una línea invisible que cuesta seguir en cualquier disciplina donde el equilibrio es un pulso constante entre esfuerzo y mediocridad.

Puedo comer mucho sin engordar, aunque rara vez soy constante en los excesos. Normalmente soy bastante despreocupado en este aspecto.

Por lo general tolero menos los cambios en las cantidades de comida consumida diariamente. Y por lo general tengo muy poca imaginación para hacerme las comidas. A veces me salto desayunos, meriendas (casi siempre), y otros picoteos a los que están acostumbradas otras personas.

Se ahorra tiempo y dinero, sí. Pero por contra se rinde peor y se desajusta el organismo.

Me gustaría programar las comidas desde un punto de vista razonado. Sin embargo debemos dejarnos llevar por nuestros apetitos en materia gastronómica porque por lo general sabemos qué es lo que más nos conviene de forma instintiva.

Así que una dieta programada a horas estrictas con cantidades de alimentos específicas no es la solución para llevar una vida recta, más sana y equilibrada.

Lo que necesitamos es un Pepito Grillo, o voz de la conciencia propia o ajena, que guíe nuestros actos para obrar correctamente sin dejarnos llevar por otros factores que nos condicionan.

De nuevo el desorden supervisado es la mejor solución.

viernes, 10 de abril de 2009

Fascismo ecológico

Entre "Ecología" y "Economía" hay solo un par de letras de diferencia. Ambas palabras tienen un significado positivo pero a lo largo de años de imbecilidad humana, que no puede llamarse de otro modo, los dos terminos conllevan connotaciones catastróficas.

La eco卍ogía que se nos impone a nivel popular en los medios de opinión masiva trata siempre de darle un valor económico a nuestras acciones. Tratan de poner precio al impacto de todas las acciones, malas o buenas, sobre el medio ambiente.

Los gobiernos pronto impulsarán impuestos y sanciones a nivel de toda europa para proteger la naturaleza.

Una "eco-label" se intenta traducir por prestigio y por tanto mayor precio.

Moratorias en el uso de energía nuclear incrementaron nuestras facturas de la luz durante años.

Si una región emite más partículas de CO2 a la atmósfera tiene que pagar su cuota correspondiente a otra que contamine menos. Eso genera un mercado especulativo que antes no existía a cambio de, literalmente, aire.

Así se empiezan a generar listones artificiales que pueden ajustarse a voluntad de cuatro científicos locos para beneficiar a unos paises u otros sin que esté demostrado aun, después de más de 20 años, que exista efecto invernadero o "cambio climático" a causa de emisiones generadas por el ser humano.

Si incluir la avaricia en la ecuación ecologista no fuera suficiente, manifestantes ecologistas afines a movimientos políticos y terroristas se han opuesto siempre a cualquier progreso que beneficie a la sociedad. Bien sean medios de comunicación terrestre como autopistas o vías de ferrocarril, o centrales de energía eléctrica como presas o centrales nucleares, incluso eólicas y solares.

No se cómo se las apañan los políticos de País Vasco y Navarra para maquillar la situación económica-social como sólida en estas condiciones, tras lustros de atraso que pudieron haber sido mucho más prósperos si no hubiera tanto ecolomunista con ganas de bronca.

¿Cómo vamos a salvar el planeta si no somos capaces de contener al vecino del tercero que contamina la escalera con nicotina envuelta en amoniaco y cuatro mil sustancias peligrosas más?

Basta de de ecolomunismos y ecofascismos. Respetemos el medio ambiente empezando por respetarnos a nosotros mismos como parte natural de nuestro planeta.

viernes, 3 de abril de 2009

Evolución

Si miramos en nuestro organismo encontraremos que lo que mueve nuestro ADN es un parásito que en caso de introducirse en el material genético provocaría consecuencias terribles para nuestra salud.

Pero ¿qué pasa si por casualidad este parásito entra en contacto y provoca una mutación de forma fortuita dándonos ventaja sobre el resto de las especies? De no haber sucedido así este planeta sería un remanso de "paz".

¿Debemos considerar el accidente algo malo?

El desorden, en el mal sentido de la palabra, rara vez es intencionado. Sin embargo ha propiciado grandes adelantos en la historia de la humanidad.

Fleming descubrió la penicilina por casualidad, después de volver de unas vacaciones de verano a su desordenado laboratorio que tenía algún cultivo de bacterias sin cerrar expuesto a todo lo que entrase por su ventana. En un laboratorio más controlado y aséptico Alexander Fleming no habría descubierto el importante medicamento, ni otro compuesto medicinal que desarrolló tras analizar una muestra sobre la que estornudó.

La evolución está a la vuelta de la esquina como si nos estuviera acechando pero para sobrevivir procuramos hacer todo lo posible para evitarla. Ser ordenados y mantener nuestro entorno de forma estable y agradable para sentirnos bien.
Lo contrario sería una temeridad fruto sin duda de la ignorancia.

¿Quién se arriesga a pedir un aumento cuando eso puede conllevar resentimiento o incluso perder su trabajo? ¿Quién se embarca a fundar una empresa con importante inversión de capital sin garantías de recuperación y con el riesgo de perdida de sus propias pertenencias? ¿Quién se arriesga a coger una maleta y alejarse de su ciudad natal en busca de su trabajo soñado?

Hay gente que lo hace y evoluciona.

¿Cuál debe ser el siguiente paso en el camino de la evolución personal o colectiva? Puede que la próxima vez no salga tan bién. La duda frena nuestros intentos por mejorar al ver como todo se desmorona a nuestro alrededor.


Negociar con un un drogadicto, un fanático religioso, o un delincuente es de lo más arriesgado y raros son los éxitos en ese terreno. Pero hay gente que se arriesga y acaban escaldados. Aun así no se rinden y siguen intentándolo, tal vez en busca de la ansiada evolución o simplemente buscando el regreso al orden  establecido.



Los fracasos estrepitosos de los demás nos preparan ante las posibles consecuencias de nuestros actos o ausencia de ellos.

Mientras que los éxitos ajenos suelen producir cierta admiración, o cuanto menos algo de envidia, que procuramos imitar restando importancia, a veces, al acto original para fortalecer nuestra autoestima al copiarlo.

El orden nos mantiene vivos y el desorden nos hace como somos. Hay que saber asumir ambos ingredientes de la vida.