Estos temas no me parecen nada megapéuticos pero tengo cierta necesidad de comentarlos así que me vendrá bien escribirlo.
Cuando un señor con un extraño nombre transcrito directamente del sánscrito se pasea en túnica, al estilo del personaje bíblico de Jesucristo, en un país occidental y en nuestros días, podemos pensar alguna de estas cosas:
1. No tenía otra cosa mejor qué ponerse. Será pobre.
2. La ropa occidental le aprieta. Así se sentirá más cómodo.
3. Este hombre es un peligro. Desafía la moda impuesta en occidente y pretende terminar con la civilización moderna tal y como la conocemos ahora.
Aunque los tres puntos son algo extremistas mi mente se inclina a pensar primero en el punto 3. No es un prejuico infundado. La influencia de señores "iluminados" que tratan de lavar cerebros a gente que conozco o están a mi alrededor me produce cierta inquietud. Lo peor es que si tratas de advertirles es contraproducente, puesto que estos "gurús" logran su objetivo con sus tácticas sociológicas propias de las sectas.
Para no ser tan extremista procuro ser un poco más filosófico y trato de mirar en mi interior.
Todos nos parecemos y nos imitamos de un modo u otro así que algo tiene que haber que me relacione con los que creen en vírgenes de los milagros, fantasmas o inteligencias del espacio exterior. Pero ¿qué?
Yo también soy supersticioso. Mis acciones son impulsadas por una serie de creencias dogmáticas que no cuestiono jamás. Pero cuando surge la duda creo que soy de los primeros en desechar esas ideas y agarrar la nueva convicción con la fuerza de un tigre.
Por ejemplo me sorprende mucho que un político (con cualquier afiliación) sea honesto y leal. ¿A quién no? Esto quizás se debe a haber leído el libro "El arte de la guerra para directivos, directores y dirigentes" (De Guillem Bou Bauzá) donde se nos expone un panorama algo desolador para la gente sincera o que cree románticamente que decir la verdad es lo mejor en todos los casos. Y se explica cómo políticos y altos cargos de diversas instituciones aprovechan su posición con fines algo egoistas.
Tampoco creo en muchas leyendas y mitos urbanos que se introducen de forma casual generalmente por grandes empresas con intereses contra otras y se inventan cosas como que un conservante E4xx es cancerígeno para perjudicar las ventas de la competencia; Mientras éste es un aditivo muy común en muchos productos, se hace a base de algas, totalmente natural y con severos controles de sanidad.
Esta convicción también la adquirí leyendo información relacionada por redes electrónicas. Y me he hecho cada vez más escéptico y blindando mis "creencias" tiempo atrás; cuando visitaba con asiduidad sitios como el Museo de los Bulos: www.museumofhoaxes.com donde se mostraban noticias sorprendentes surgidas por todo el mundo y si se había demostrado su falsedad o lo contrario.
Otro mito desmontado son el efecto coriolís en entornos reducidos e irregulares como el desagüe de un fregadero o un lavabo, donde influye bastante más la fuerza del agua, inclinación y otros factores a la hora de girar el agua en un sentido u otro que la fuerza de rotación terrestre.
Mi afición a desmontar pequeños mitos también puede estar provocada tras leer hace ya bastantes años el libro "Leyendas urbanas en España" (de Antonio Ortí y Josep Sampere) que de forma amena cuentan distintas versiones de mitos y chismes que seguro hemos escuchado alguna vez y algunos incluso nos habíamos creído. Al plantearnos alguien que conocemos cosas con palabras como estas: -Fulanito, tiene un amigo que dice que...- es muy difícil dejar de creerlo.
Lo más reciente que he descartado, que aun pensaba era cierto, es la famosa leyenda de que si vas a volver a encender la luz de un fluoresecente a los 20 minutos es mejor dejarla encendida. Hasta un allegado de 70 años y supongo que la mayoría de la gente que conozco lo cree así aún. Pero aquí se puede leer una explicación que desmonta la leyenda urbana de los fluorescentes.
El caso es que leyendo y leyendo más cosas vamos reemplazando convicciones por otras. Y por eso me da un poco de miedo las cosas que lee la gente que lee demasiado. Pues puede pasarles, y de hecho les pasa, como a Don Quijote. Que leen libros de "Caballerías" y se creen caballeros andantes.
Hay libros de todo. De alienígenas, de religión, de sanación. Lo malo es cuando lo que leemos nos cae lo suficientemente bien para no cuestionarlo y encajarlo en nuestra forma de ser.
Quizás las guerras que se producen en el mundo están provocadas por estos pequeños dogmas. Creencias que no comprobamos empíricamente por nosotros mismos pero cuando alguien pretende desmontar lo que creemos tan férreamente se considera una enorme afrenta y luchamos físicamente por conservar la validez de una simple ídea que está en nuestro cerebro.
Se me quedan cosas en el tintero y seguro que en el futuro volveré a escribir de estos temas pero para quitar un poco de hierro (o ponerlo) compartiré este divertido vídeo encontrado en Microsiervos que dice: Si abres tu mente demasiado, se te caerá el cerebro.
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Hace 4 días
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