Para una sola persona un millón de euros puede ser dinero más que suficiente para no preocuparse nunca más por el dinero.
Pero ¿qué pasa cuando esa persona es empujada a participar en un proyecto que tiene un coste superior y cuyos beneficios, o al menos la recuperación de lo invertido no está garantizada? Nada en está vida es seguro al 100%. Y el negocio del cine menos.
La gente es optimista por naturaleza. Son optimistas o bien pensados incluso los más austeros y precavidos. Pero nadie quiere dar de comer a un perro que te puede morder.
Un millón de euros es solo una cifra de ejemplo. También vale de ejemplo 285.000 euros, que es parte de lo que una familia media invierte en su hipoteca casi de por vida, sin contar intereses.
O algo más modesto como 3.000 euros, que es lo mínimo que paga cada año un trabajador autónomo en seguridad social, más impuestos municipales y parte de sus ingresos en hacienda.
Y siguiendo con el ejemplo; Da lo mismo hablar de euros que yuanes o libras esterlinas.
El dinero solo es un antiguo invento perfeccionado por el sistema de números árabe para incentivar el intercambio de bienes y servicios. De no ser por ello aun estaríamos haciendo cuentas con palitos, X, eLes y uVes.
Ahora la cosa es muy simple; si no hay ingresos proporcionales al gasto cualquier cantidad por pequeña que parezca es infranqueable.
Los mercados además se han complicado con dividendos, IPC, warrants, IRPF, euribor, y un sin fin de fórmulas e imposiciones que frustran a aquellos cuyos límites están escritos desde que nacieron.
Solo unos pocos elegidos, hijos de papá, cuentistas, o gente de gran valía que ha sabido superar todos los obstáculos iniciales, se encuentran eventualmente con el dilema de gestionar un presupuesto que va más allá de su imaginación. Más de lo que una simple persona o grupo reducido es capaz de racionalizar.
Estos casos son los más estresantes. La responsabilidad es abrumadora. Y los interesados no dejan que ni un solo detalle quede colgado sin justificar. Tener presupuesto para rodar con 20 cámaras de cine simultaneas, 300 dibujantes, 200 carpinteros, 150 músicos y 4000 artistas y técnicos más no implica que el resultado vaya a ser mejor que una obra con presupuesto mucho más limitado.
Por eso los productores que se encargan de hacer este tipo de películas exigen al director todo lo que la experiencia les ha enseñado a ellos y no al director.
En muchas ocasiones la sabiduría del productor es elevadísima pero el componente artístico por lo general muere bajo las ordenes de un productor tiránico.
Hay pocos ejemplos de Gran Producción con libertad creativa. Se dan bastante en el cine de animación japonés (anime), especialmente en obras consagradas de los Studios Ghibli lideradas por Hayao Miyazaki. Y en directores con su propia productora que han encontrado el equilibrio entre comercialismo y visión personal, como Tim Burton, Ridley Scott, y algún otro.
Y en el caso de primeras obras... jeje. (Contener la risa) Solo se confía en directores nóveles para obras con presupuesto muy limitado.
"El orfanato" (ganadora del premio de la academia en dirección novel) es una producción de presupuesto muy reducido que contó con un impresionante despliegue promocional. Algo que en mi opinión fue contraproducente. Porque la película estaba muy bien pero se creaban más expectativas relacionándola con "El laberinto del Fauno".
Si un director nuevo como yo quiere contar con un presupuesto ilimitado antes deberá hacer obras más modestas que demuestren que puede hacer algo mayor.
Así que... Está bien!
No voy a hacer obras monumentales para empezar. Me rindo.
Me tragaré mi orgullo y aspiraré solo a que mi primera película cuente tan solo con un presupuesto de cinco o seis millones de euros.
viernes, 3 de octubre de 2008
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