Tras casi un mes visitando la clínica dental empiezo a cansarme de la rutina.
je je...
Ir al dentista nunca es rutinario pero hacerlo tantas veces cada dos o tres días es algo cansino y difícil de seguir. Sin embargo quiero dejar constancia de todo lo que me han ido haciendo para poderlo narrar como si fuera algo importante.
Ojala fuera todos los días!
Tanto para acabar cuanto antes como para divertirme más a menudo. Porque realmente me distrae mucho de otras preocupaciones.
Es importante porque es un cambio en mi actitud que no se como me habría afectado de aquí a unos años si hubiera pasado del tema.
Lo que me cuesta es narrar cada visita y recordar las pasadas si no lo escribo pronto así que aquí va el parte de la octava y novena visitas al dentista.
Mi octava visita del tratamiento empezó con media hora de retraso así que como suelo anticiparme un poco (a veces me cogen antes) tuve que esperar unos 40 minutos para una intervención sencilla de unos 15 minutos en los que me acondicionaron la segunda muela que me endodonciaron dos días antes. Y luego aguardé otros cinco minutos más para pedir citas posteriores.
La intervención no requirió anestesia así que salí de la consulta sin ninguna molestia.
Tres días después llegó la hora de mi novena intervención. Esta vez consistió en limar de nuevo las dos muelas endodonciadas y encementar algo para prepararlas para los pernos que me pondrán. Tuve que morder un par de algodones con cada muela un rato y también se me hizo un molde de las muelas superiores para alguna funda provisional que requerirá mi próxima intervención.
Al quitar la silicona del molde se me movió un poco el puente provisional así que me lo quitaron, revisaron y recolocaron.
Mientras lo revisaban me sentí como desnudo. De nuevo con mi diente mellado al aire.
No se si sabría volver atrás con lo que me costó acostumbrarme al puente frontal. Aunque en tiempo real no fueron más de tres o cuatro días para acostumbrarme a comer casi normalmente. Y después de dos semanas aun no me acostumbro completamente en todas las facetas de comer, cepillar y vocalizar. Sin embargo el cambio fue tan repentino y me costaba tanto hacer cosas no imprescindibles como silbar que ahora me asombro de poderlas hacer casi todas con normalidad con la prótesis puesta.
De todos modos un día antes de la novena intervención comí melón y algo de jugo muy frío se me metió entre los dientes bajo la prótesis y por primera vez dolió tanto que maldije a la casa que fabricó el frigorífico.
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