Así que, un poco por darme el capricho y quitarme el disgusto, me programé para este día un viaje algo más largo de lo que podría parecer razonable en un día. Desde Utsunomiya, tomé un shinkansen a Tokio y de ahí otro hasta shin-Ōsaka, donde enlacé con otro hasta Kagoshima. Es decir, 1573 kilómetros y 300 metros repartidos en tres tren bala. Saliendo muy pronto por la mañana para llegar 8 horas y pico después. En torno a las cinco de la tarde. Aún de día.
Nunca había hecho tantos kilómetros seguidos por tierra en tan poco tiempo. A lo sumo, tengo un vago recuerdo de ir en tren que tardaba un día entero yendo entre Barcelona y Génova, lo que no llegan a ser ni 900 kilómetros. Aunque volví a superar mi récord, justo el día siguiente.
Mi intención era ver otro evento de fuegos artificiales programado en aquella ciudad de la punta sur-oeste de la isla Kyūshū de Japón. Y otras sorpresillas para el día siguiente.
Si el día anterior, en Nikkō, había estado en la parte más al norte que he estado nunca de Japón. Este día iba a estar en la parte más al sur que he estado nunca del país.
En el camino probé por primera vez un eki-ben. Bentō comprado en un quiosco del andén de la estación donde hice transbordo, por shin-Ōsaka. Me sorprendió que son cajas frías. Aunque tengan arroz, y no se calientan. Se comen tal cual durante el viaje, en el tren.
Nada más dejar la maleta en un Toyoko-inn hotel de la parte delantera de la estación de Kagoshima, pasé por un combini para reservar asiento en una zona habilitada para ver los fuegos. Ni siquiera era de la cadena de combini que tenían máquina para reservar las entradas pero como no llevaba mi móvil habitual en marcha mis apuntes y planes para tenerlo todo milimetrado se habían ido al traste.
De cualquier modo el que me atendió me dio la noticia, con una risa casi sarcástica, los fuegos artificiales se cambiaron de día (se adelantaron) porque estaban en "Alerta 4" en Sakurajima, la isla volcán que acompaña la bahía de Kagoshima. Lo que significaba que los habitantes de aquella isla tenían que estar preparados con sus efectos personales practicamente en la boca listos para ser evacuados por si se producía erupción del volcán.
Así que lo más que iba a ver esa noche podían ser, no fuegos artificiales, sino naturales.
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Sin plan para la noche, y estando restringido el acceso a Sakurajima para acercarse a la isla-volcán, decidí dar un paseo y ver algo la ciudad durante el atardecer. Kagoshima me gustó mucho. Y lamenté no haber podido tomarme un poco más de tiempo por ahí.
Pese a estar más al sur de Japón hacía mucho menos calor que en Ōsaka o Tokio en esos abrasadores días de verano. Se estaba muy bien. Con muy buena temperatura.
Poco a poco pude ver a lo lejos el imponente volcán que ya había visto en la película "Kiseki", de Kore-eda. Y llegué al puerto y una zona comercial "Dolphin port" donde había restaurantes, algunas tiendas y un canal artificial. En el puerto, aunque no hubiera fuegos artificiales oficiales, hubo quien no se resignó ese día y lanzaron algunos cohetes caseros.
Hice varias fotografías con exposición larga para sacar Sakurajima desde el puerto como si fuera pleno día. Y, aunque estaba sin trípode, no las hice muy mal.
Regresé un trecho a pie y otro en tranvía hasta el hotel donde me encontré con mi, desde entonces, cita obligada diaria con el "golden time" de anime en el canal Tokyo MX; todas las noches ponen varias series diferentes. En ese momento ponían alguna película de One Piece.
Más fotos de todo el viaje en el álbum Flickr: Japan Trip 2015.
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