lunes, 23 de junio de 2008

Endodoncia

Espero que ningún aprendiz de dentista lea este blog para aprender algo porque estaría cometiendo una imprudencia temeraria al leer mis descripciones confusas e incompletas.

Continúo relatando mi "largo" proceso de salud dental, desde que acudo al dentista por primera vez en este siglo, comentando la tercera intervención del tratamiento que me están realizando.

La primera intervención que duró una hora completa fue una de las dos endodoncias programadas en mi tratamiento.

La intención de este tipo de intervención suele ser reforzar un molar deteriorado para que aguante una reconstrucción, una prótesis, fundas, coronas, pernos o cualquier cosa que se considere necesaria.

Se mata el nervio y la pieza queda insensible a posibles infecciones, es poco natural pero no deja de hacer su función que es machacar la comida con la fuerza necesaria.

Al empezar me pusieron la anestesia y al limar la muela o pasar algún tipo de taladro o aparato raro note una molestia que mi dentista ya me había advertido podría pasar al decirme que levantase mi mano izquierda si dolía. Así tuve que hacerlo. Levanté la mano en un momento dado casi involuntariamente. Y me inyectó una dosis extra de anestesia ya que la muela tenía una raíz bastante profunda, de casi 3 centímetros.

Además tenía ligeras molestias desde el día anterior en ese lado y lo tendría algo más sensibilizado. Aunque no lo comenté.

A diferencia de la primera inyección de anestesia que llegué a notar la aguja (aunque con mucha menos impresión que en mis anteriores visitas a dentistas del siglo pasado), en esta ocasión y en esta zona no note absolutamente nada en ninguna de las dos inyecciones de anestesia que me suministraron.

Y después del segundo toque de anestesia en mi mente me sentía como un niño sentado en el circo viendo cosas increíbles entrar y salir de mi boca.

Cuando vi un alambre de más de dos centímetros que me habían clavado y vuelto a clavar como si fuera un fakir, o la caja del mago que atraviesan con sables, no me lo podía creer. Me hacía tanta gracia... Era divertido.

Puedo contar en mi blog que me están haciendo un montón de cosas "raras", que me cobran una pasta por ello y que no me parece mal. Je, je.

Después de unas vibraciones, obturaciones, desinfecciones y operaciones rutinarias de la endodoncia me hicieron un par de radiografías que salieron movidas... Creo que la primera de toda la boca también lo está un poco. Y es que me pongo muy nervioso cuando se supone que tengo que quedarme quieto.

Además era bastante difícil sacar una radiografía de este molar en concreto.

A la tercera fue la vencida y se calculó que la profundidad era de unos 28 mm aproximadamente. Como soy muy estricto con la precisión añadiré que creo que más bien eran 28,2 mm.

Una vez agujereado el molar se rellenó el agujero y se aplicó una amalgama que me dejó un pedacito blanco pegado en lo alto de la muela como si fuera un trocito de chicle. Y terminó la sesión.

Pero no la anestesia... Ay amigo!
Calculo que desde que me la pusieron hasta que pasó su efecto transcurrieron unas cinco horas y media.

De hecho sentí que se reforzaba su efecto mucho tiempo después de salir. Y hasta tuve tiempo de ir a hacer compras para casa, con algo de miedito que me habían dado en la consulta ante la posibilidad de que necesitase un analgésico.

Cuando despertó el lado dormido no noté nada a lo que no estuviera acostumbrado. Apenas una ligerisima molestia temporal.

Deje pasar una media hora más para ver si dolía más para tomar algún analgésico. Pero finalmente no lo consideré necesario y me dispuse a comer. Con cuidadito de no usar el lado recien endodonciado. Aunque después ya pude seguir comiendo con total normalidad, como de costumbre.

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