Ser honesto con uno mismo y con los demás implica una mayor libertad de expresión y de acción. Si se actúa diferente de cara a la galería para obtener un beneficio personal o para unos pocos se está abusando de la confianza ajena y tarde o temprano se descubrirá el engaño.
La libertad no consiste en eliminar regulaciones que se han impuesto para atajar desigualdades y actitudes dañinas para el bien común.
La libertad, siempre se ha dicho, comienza por uno mismo y termina donde empieza la de los demás.
Los adalides del liberalismo son coléricos. Insultan sin motivo y en ocasiones hacen ver que no están en sus cabales.
Y eso no tiene nada que ver con la libertad sino con el libertinaje.
Conocer tus propios límites no significa que se deban imponer a los demás ni que los demás puedan tolerar los mismos niveles que tú. Ante todo hay que respetar a los demás y no creerse mejor, ni peor.
viernes, 9 de diciembre de 2011
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