El cineasta tiene un gran sentido de la estética; es capaz de percibir lo que otros no ven. Y se entusiasma con lo que otros ignorarían.
Un cineasta puede parecer soñador, romántico, incluso iluso. Rara vez es cursi o antipático. Cuando un cineasta se enfada lo hace poniéndo tanto empeño que pocos le llevan la contraria.
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Un cineasta ante todo tiene empatía suficiente para ponerse en la piel de otros. Nunca sabrá exactamente lo que sienten los demás, pero se acercará bastante y lo hará sin esfuerzo, e incluso involuntariamente.
Puede ser una persona lo suficientemente asertiva para quejarse de aquello que no le guste y alentar las cosas bien hechas. O puede ser más objetivo y encuadrar el mundo tal como se presenta ante sus ojos.
Un buen cineasta puede hacerte vivir cientos de emociones con diferentes matices. Trasladarte en tiempo y espacio, haciéndote pensar que has vivido los cinco minutos más largos de la historia o los 30 años más cortos.
Un cineasta excepcional consigue sembrar sueños nuevos en las mentes de los demás. Que en ocasiones llegan a materializarse gracias al realismo con que el cineasta los hizo vivir. Y dio la ilusión necesaria para llevarlos a cabo.
No sé de lo que será capaz el mejor cineasta del mundo. Tal vez no pueda devolver la vida a un moribundo al darle suficiente fuerza de voluntad. Pero como mínimo hará que pases un buen rato en una vida ajena.
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